lunes, 28 de abril de 2014

- Muérdeme. -








Muérdeme,
cerca, al oído.

Sudamos sal por nuestros poros,
y desnudamos nuestros latidos.

Muérdeme,
fuerte, sin testigos.

Píntame tus secretos,
y gime entre escalofríos.

Muérdeme, el alma
y el sentido.

Guíame entre arañazos,
tu silencio y tus vacíos.

Muérdeme entre rizos,
dorados, alegres, fríos.

Muérdeme,
dormido.



lunes, 21 de abril de 2014

- Píntame. -







Un día cualquiera,
una ventana abierta y paras el mundo.
Cambias el marco de la noche con una sonrisa,
con un amago.

Lo imposible te aleja hasta de mis sueños,
te evaporas como un atardecer en la caleta,
distinto, bello, legendario.

Me faltan adjetivos para describirte,
y al no verte cierro los párpados.

Y escucho tu voz acercarse poco a poco,
lentamente.
Se qué estoy soñando, casi delirando.

Y despierto.
Las carcajadas se van alejando como  los años.
Rápido, fugaz, extraordinario.

Píntame con el silencio,
y olvídame de este letargo,
soñando.




miércoles, 2 de abril de 2014

- Baloncesto.-





Tendría siete u ocho años cuando me apunté por primera vez al equipo de baloncesto del colegió.

Siempre lo viví en mi casa, mis hermanos mayores grandes aficionados a este deporté inculcaron sin querer la pasión al baloncesto. 

Tenías que meter esa pelota naranja y desgastada en una canasta que llegaba al infinito, y lo hice una y otra vez, quería ser el más rápido, quería ser el mejor.

Luego llegaron las concentraciones, jugar en el mejor equipo de la ciudad y disfrutar, perder, llorar.
Siempre supe que no llegaría a ser el mejor, pero en ilusión y ganas si lo era, me encantaba ir a entrenar, jugar cada día, cada tarde.

Luego un accidente de tráfico me hizo parar y tener miedo a volver a jugar, sólo me quedaba ver partido tras partido a mi hermano mayor. Cambie las manos por los pies... pero nunca fue lo mismo.

Cambias de ciudad y pierdes el contacto con el balón, pierdes el contacto con el aro... con el valor de ir a jugar y no hacer el ridículo.

Pasan diez años, quizás más y vuelves a tu ciudad... y vuelves a ver el balón viniendo hacia ti, fuerte, a la altura del pecho, miras el aro y lanzas la pelota con un golpe de muñeca casi perfecto, quitando telarañas de recuerdos y volviendo a disfrutar cada martes, mi amor por el baloncesto.